sábado, 4 de diciembre de 2021

Llegaré corriendo

 




Misterio y oscuridad

existe detrás de la mirada.


Ni es el vasto océano

Ni siquiera las frescas olas del mar

Que pueden sostenerme.



Penetrar esos capullos que esconde el ser

se convirtió en el bálsamo de mi piel

Que Desea ser liberada.


Pero... y ¿ cómo te llaman?

A mí me llaman

y voy.

Es simple.

Soy simple.


Sé que puedo morir, transformarme y emerger.

Y soy vulnerable;

Aunque pienses que no.

Si siento, respiro.

 

No puedo hundirme más en este mar;

¡Dejame sentir!

Sé que mi piel es única

Y que a veces me habla de fragilidad cuando apago la luz.

 

Me acerco cuando un espacio me aleja

Cada vez que me acompaña

El recuerdo del retrato de la montaña en tu ventana.


 

Infinita dimensión

Es esta a la que me has transportado ayer.

Y ya no necesito huir.

 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Try Not to Breathe




No respires demasiado.

Yo no pedí nada. Me fui, di media vuelta mientras dos o tres casas cambiaban de lugar. Seguí caminando un poco más, miré alrededor. El agua encrespada anunciaba su retirada y las montañas piramidales me hablaban. 


Aquí es solo agua, y una luz ascendente. Aquí todo parece pertenercerse y quién más sino yo pertenecería y miraría por mi?

Sentadas observándonos, sabíamos todas las respuestas y sentíamos las estrofas de los labios que danzaban con lentitud, soltando una que otra carcajada al azar.

Recordamos cada centímetro de esa sonrisa.

Ni entendimos, no entendimos como habíamos naufragado hasta ese sueño que navegaba de madrugada.

Quizás ya era de día. 

 Ahí estabamos murmurando, respirando, caminando en simultáneo.

La tierra era al revés, pero solo cuando la veías por la mitad.

Y adentrándonos  unos meses más allá, ya era el otoño del invierno y el invierno del otoño

y eran las ocho, eran las siete, eran las siete de las ocho.

Puedo mirar el cielo mil veces, puedo dormir, pedirte un deseo y despertar.

Un minuto más o un minuto menos. La tierra es al revés, o veo todo por la mitad.





sábado, 13 de junio de 2020

Una conversación normal

Me senté en la ventana observando los días transcurrir. 
¿Algún otro día pasó? Sí algún que otro día pasó. Desasosiego y apaciguamiento aunque yo vi el mundo a la mitad. 
¿Pude alcanzar todo al mismo tiempo? Sssss, sssss, sssss, sssss. Demasiadas para el viento que me acompañaba y mi ser era una revolución en un segundo de existencia. 
Me pregunto como fue. Bueno, montañas. Las montañas que recuerdo en la mañana y bañadas en blanco. Pero en mi imaginación no estaban bañadas en blanco y tampoco había ruidos de civilización y me desnudaba el alma. 
Empecé a entrever los rincones de mi mente, sinuosos, inseguros, tan que algunos apenas flotaban. Invadidos de recuerdos. Lo más lejano fue alcanzarlos. Yo y las luces, en un túnel fluorescente, alcanzarlos fue desmesurado. A donde todos hablaban y pocos decían, pero ¿a dónde íbamos? No lo sé. Ya no estaba aferrada a nada. Yo sola. Yo en el viento. La mejor versión del ser potenciándose, exaltando en medios de lo que podría llamar el caos del pensamiento. Me nutro de este caos y resurjo a la superficie. Fongosa quizás, pero sabia y es aquí donde quiero permanecer. En esta superficie al fin. Aturdimiento y perplejidad. Veo agua y me multiplico. Como esas olas, oleaje forzoso. Como el mar, cada átomo está anhelante de su otro átomo. Cuánto el arte en un segundo, una fusión. Solo converso conmigo. Me recosté muchas veces hoy. Me sentí flotar; yo sí fui parte de ese limbo. Al menos lo fui, los días me invitaron a serlo y también los invité a desmemoriar cada palabra. Uno, dos y tres. Soy yo, conversando conmigo otra vez. 

domingo, 14 de julio de 2019

Vocal


00.14

Podría observarte horas cada tarde cerca de ese río.
A veces siento que los ríos cuyas aguas se derraman
se llevan los encuentros
y arrastran tu ausencia, mi flor
y de noche, alguna que otra estrella.
Ahora se burlan las horas en mi cara,
me sobran las canciones.
El silencio se convirtió en silencio,
me envejece el tiempo,
y no quise,
no quiero.
No quiero convertirte en recuerdo.

00.44

Entonces guardé en un cajón todas las fotos de nubes,
Y de cielos desnudos,
te escribí una carta y te regalé algunas flores.
Un poco más tarde guardé mis sueños, mis nostalgias, tus melodías y promesas, mis miedos,
tus caricias en primavera, mis ojos de ilusión,
tus ojos verdes de estío,
mi sonrisa y tus lunares invertidos.
Guardé mi alma en la luna.
Guardé tus palabras discrepantes,
mis gemidos ligeros,
Tus silencios sin respuesta.



1.07

Mi amor, guardé una foto de un día de lluvia (en)
Tu paraguas
(y)
Se resbalaba el agua mientras nuestras manos danzaban,
(cerca de)
los árboles, mis pensamientos en tu bolsillo
(y atrás)
Mi brisa y tu desamor
Y también 
(esa)
Mi mejilla entre tus piernas
La fragilidad de tu mundo en miniatura

¿Cómo?
Te diluías todo el tiempo, escurriéndote en mis manos
Y yo te abrazaba

2.00
Te esfumabas entre mis dedos, cayéndote de mis labios
eras todas esas horas que no pasaron,
cuando mi reloj siguió ahí
cuando nos envolvió el tiempo
sobre el pasto.

DOMINGO-
¡Cuánto silencio!

Qué belleza. Podría haberlos observado días.
Aunque uno te había abandonado hace rato. De los lunares infinitos
y la sublimidad de tu sonrisa hablo.

Y por suerte que ya no llueve
Solo es el viento que acaricia mi rostro y vos estás tan reciente y fresco.
Mi almohada está agotada,
y mientras pasa otra canción yo recuerdo
que alguna vez fuimos para siempre

LUNES
Así me aturdió el silencio y dejó un universo de explosiones en mí por un rato al azar.
Para que mi estrella se confundiera y navegara, mi árbol se desflorara, tus manos se alimentaran de otros senos, mi arreglo floral se marchitara.


Pero a mí me salva dormirme,
porque ahí,
ahí nadie es invisible.
Ahí puedo observarte las horas que yo quiera
a la orilla de cualquier río
y que se lleve nuestro tiempo,mi alma y tus canciones.
Ya no me importa
que no se detenga, 
porque ahí yo ya no puedo perder.
Porque ahí siempre volvemos a ser nosotros en noviembre.




lunes, 4 de marzo de 2019

Recuerdo número 4



Nunca me gustó el número cuatro. Tiene forma de casa sin puerta. No llega a ser un hogar. Es poco simétrico y triangular en su modo cuasi uniforme. Se sostiene de un solo lado, no tiene equilibrio. Además no llega ni a la mitad de algo. Considerando que medimos todo de 10 en 10. Algo raro también de nuestra raza humana. Este recuerdo viene cargado de creación, ingenio, complicidad, vergüenza. Hablando de una casa sin puerta, comienzo a recordar todas las puertas que olvidé dibujar. Mis recuerdos de jardín de infantes son pocos, no solo son pocos si no que son un poco sobre situaciones poco cómodas vividas dentro de esas paredes verdes limón, que para mí siempre fue una prisión de niños. No sé porque motivo me llamaron para pasar a dibujar al pizarrón. La señorita fue clara: “Dibujá una casa, Gimena”. Escrito suena como una orden, pero recuerdo que su tono fue un poco más suave. La sala verde se dividía en dos secciones que a su vez no tenían ninguna división más que unos escalones. Al entrar encontrabas mesitas de tamaño muy pequeño con sillas más pequeñas alrededor. Subías el escalón y había una cocinita. Nos acostumbraban bien, aunque no sabían que en el futuro no le cocinaría a nadie mis legumbres. Ahora bien, ¿A qué jugaban los niños? Es una pregunta que no podré responder. En una de las paredes que estaba enfrentada al baño y la puerta de entrada colgaba un pizarra verde con un marco de madera clara. Fue la primera vez que me sentí avergonzada frente a un grupo de gente; por suerte no volvió a sucederme hasta comenzar mi carrera universitaria. Incomprensible. Prosigo, me desvié. Pero fue así como la señorita requirió mi dibujo de una casa en el pizarrón. Se suponía que ya todos sabíamos que se componía de un triángulo y un rectángulo debajo. Eso era una casa. Al parecer, yo no lo sabía. Probablemente lo habían enseñado, pero yo prefería hacer otra cosa más interesante con mi tiempo. Como alguien me decía “me voy a malgastar mi tiempo con estilo”. Bien que lo sabía hacer en ese momento. Dibujé muchos cuadrados, y rectángulos, todos superpuestos, algunos más alejados, otros pegados. Mi casa era una mansión expresionista. Yo me imaginé una casa y en cada ventana una persona con un sueño, observando esa aula repleta de niños que reirían a más no poder con mi creación. Así fue. Hice feliz a muchos niños esa tarde, la señorita argumentó que era una casa moderna y después la borró. Era la segunda vez que me excusaba. La primera, fue cuando me hice pis. Esa vez dijo que me había tirado mate cocido, menos creíble que el argumento anterior. No recuerdo como me sentí una vez que borraron mi dibujo. Solo la vergüenza de estar expuesta y nada más que eso.  Seguramente he de haber tenido otros sentimientos que por suerte se han evaporado a lo largo de estos rotos años. Digo rotos porque son muchos, algunos más jugosos que otros. Después de unos días, la señorita solicitó un dibujo de una casa. Cabe destacar que aún lo conservo en algún rincón de mi casa. Era una hoja blanca llena de palos, uno al lado del otro de unos diez centímetros. No más que eso. Parece que no me había animado a darle vida a esos árboles. No obstante, supe argumentar muy bien cuando me preguntaron dónde estaba la casa: "detrás de los árboles", le respondí. Los árboles eran mi protección y ya no sería objeto de rareza en la clase.

martes, 20 de noviembre de 2018

Transformación I

Mis manos estaban ásperas; la piel, curtida. Me senté debajo de la copa de un árbol. Me sumergí en mis huesos. Poco después, encendí otro cigarrillo y pasé de canción. Leía la página número cuarenta y nueve por segunda vez: "Tomada esa decisión, Ti Noel se
sorprendió de lo fácil que es transformarse en animal cuando se tienen poderes para ello.Como prueba se trepó a un árbol, quiso ser ave, y al punto fue ave". 

lunes, 29 de octubre de 2018

Porque llovió



Caías transparente golpeando, galopando.
Golpeando el suelo arenoso, galopando por el asfalto.
Te daba regocijo tocar la fría hiedra a pesar de que no había arribado en mis sueños la primavera.

Nadie te esperaba y aún así te incrustaste con fuerza abajo de este barro.
El barro estaba debajo de mi ventana y en el alféizar donde salpicabas y salpicabas.

Lloraban ya rebalsadas las hojas del jazmín cuyo tallo débil quebrabas en la madrugada aunque era durante la tarde cuando te encontrabas.
Y a la noche con las luces centelleantes eras causante de mis miedos infundados por instantes.

Fue el sonido constante que rebotó en mi tímpano cuando desperté a las dos, asustada.
Me equivoco, eran dos y cero siete. 
Llevabas dieciséis días visitándome y ya había comenzado a pensar que te quedarías para siempre.

Vestías una desnudez que te envolvía entera.
Pálida, así me refrescaba tu apariencia.


Eras un punto. Un punto. Una prosa sin terminar, un verso exquisito.
Una pausa y un lunar.
Eras un punto. Un punto y un hilo azul en el mar, enhebrada en la luz, escondida de la oscuridad.
Me mirabas,
me acariciabas,
Intacta, siempre, me devolvías a la tierra, lugar donde yo había llegado
golpeando, galopando.