miércoles, 2 de marzo de 2011

Retratos de una tarde de verano

 

En el alfeizar de mi ventana te encuentro invisible
Una mano saluda, otra mano la despide.
Grato encuentro el de los perros, 
siempre dijeron hola sin mover la cola.
Una anciana cruza de vereda para visualizar una vidriera,
porque en esa vidriera se reflejan recuerdos de su juventud ya lejana que ella aún extraña.

Pies que caminan descalzos,
Pies y sombras se funden en el barro
La dueña de la esperanza ha perecido y con ella el cansancio,
el agotamiento y el sufrimiento del jornalero.


 Un forastero y una pronunciación extraña.
Se congelan las sonrisas y laten los corazones al ver el niño que pasa,
descalzo va murmurando palabras de un hombre mayor que lo acompaña,
 recogiendo basura , y tratando de ser conformista, ignorando la vida,
esa que pasa frente a sus ojos.


Olores de ricas comidas,
desconocidos sabores para ese hombre cartonero,
 y  melodías de violines desafinados danzan con el sonido de las aguas que fuerte
golpean la superficie de la vieja fuente de la plaza.

El poeta divaga por las amplias  calles llenas de luz,
rezando por una gota de inspiración,
que defina el momento,
que defina lo indefinible,
y así  explique lo uniforme del día .

No es para menos que consiga alcanzar la descripción perfecta de una noche de verano:
Sudor, deseo, ambición y sensaciones de la madrugada invaden el espacio turbulento donde olvidaron su alma aquellos seres incorpóreos.
Hálitos ardientes que soplaron y arrancaron sus entrañas.
Momento de sabiduría, desearon sólo sus manos y eso tuvieron, 
desearon volar y así  llegaron al cielo.

Ahora recuerdo cuando mis pupilas incansables registraron como fotografía cada instante de ese lugar,
 Pero pronto mi extenuación llegó y así fue
como ese día terminó
Como el agua se derramó, y
Como puse a descansar algunos pensamientos.