Mis manos estaban ásperas; la piel, curtida. Me senté debajo de la copa de un árbol. Me sumergí en mis huesos. Poco después, encendí otro cigarrillo y pasé de canción. Leía la página número cuarenta y nueve por segunda vez: "Tomada esa decisión, Ti Noel se
sorprendió de lo fácil que es transformarse en animal cuando se tienen poderes para ello.Como prueba se trepó a un árbol, quiso ser ave, y al punto fue ave".
martes, 20 de noviembre de 2018
lunes, 29 de octubre de 2018
Porque llovió
Caías transparente golpeando, galopando.
Golpeando el suelo arenoso, galopando por el asfalto.
Te daba regocijo tocar la fría hiedra a pesar de que no había arribado en mis sueños la primavera.
Golpeando el suelo arenoso, galopando por el asfalto.
Te daba regocijo tocar la fría hiedra a pesar de que no había arribado en mis sueños la primavera.
Nadie te esperaba y aún así te incrustaste con fuerza abajo de este barro.
El barro estaba debajo de mi ventana y en el alféizar donde salpicabas y salpicabas.
Lloraban ya rebalsadas las hojas del jazmín cuyo tallo débil quebrabas en la madrugada aunque era durante la tarde cuando te encontrabas.
Y a la noche con las luces centelleantes eras causante de mis miedos infundados por instantes.
Y a la noche con las luces centelleantes eras causante de mis miedos infundados por instantes.
Fue el sonido constante que rebotó en mi tímpano cuando desperté a las dos, asustada.
Me equivoco, eran dos y cero siete.
Me equivoco, eran dos y cero siete.
Llevabas dieciséis días visitándome y ya había comenzado a pensar que te quedarías para siempre.
Vestías una desnudez que te envolvía entera.
Pálida, así me refrescaba tu apariencia.
Vestías una desnudez que te envolvía entera.
Pálida, así me refrescaba tu apariencia.
Eras un punto. Un punto. Una prosa sin terminar, un verso exquisito.
Una pausa y un lunar.
Eras un punto. Un punto y un hilo azul en el mar, enhebrada en la luz, escondida de la oscuridad.
Me mirabas,
me acariciabas,
Intacta, siempre, me devolvías a la tierra, lugar donde yo había llegado
golpeando, galopando.
miércoles, 11 de julio de 2018
Tengo sueño
Algunos disfrutan del silencio;
a algunos otros les asfixia.
Hoy tengo la sonrisa más feliz del mundo y los ojos más tristes
del universo.
Aunque de eso último no estoy muy segura. Pero sí es verdad que siempre hablaba
incoherencias para no aburrirme de los momentos; me enamoraba con facilidad de
las melodías, los lugares y las personas; seguía creyendo en otros para no irme
de mi misma. Qué sé yo.
Aprendí a sonreír entonces
porque todos me enseñaron que en las fotos uno sonríe
y que cuando te saludan en la calle, uno dice que todo va bien y
si es posible, también sonríe.
Entonces yo sonreía.
Siempre.
Sonreía mientras contaba infinitas charlas imaginarias,
Sonreía mientras que noventa y seis tazas de té se enfriaron en
la mesada,
Sonreía mientras pasaba mi vida, la tuya y yo ahí inmóvil las
miraba,
Sonreía hasta cuando contaba los abrazos que perdí,
Sonreía pensando en las veces que dije te extraño y que te mentí,
Yo sonreía
soñando con los muñequitos de papel, las burbujas de tiza, las
gotas saladas y resbaladizas que paseaban por mis mejillas...
Y hoy sonrío pensando que mientras algunos disfrutan del silencio,
nosotros nos ahogamos en sonrisas de mentira.
domingo, 1 de abril de 2018
Otra canción
No sé si escuchar la lluvia, o ese disco que olvidaste en el sitio frágil de tu memoria.
Es que amo cuando el domingo me encierra en poesía porque son días de palabras.
Amo cuando el brillo de los ojos que me obligan a quedarme pegada a tu ombligo me dicen que es para siempre y que hoy ya no hace frío.
Es que amo cuando el domingo me encierra en poesía porque son días de palabras.
Amo cuando el brillo de los ojos que me obligan a quedarme pegada a tu ombligo me dicen que es para siempre y que hoy ya no hace frío.
Piso ese nombre de nuevo, estoy descalza y me duele
la piel.
No
te
vayas.
Quédate acá al lado de mis sueños absurdos
y mi lunar infinito.
De estrofas otoñales
Las canciones las escondí detrás de la pared donde está el cajón de estrofas otoñales.
De ese otoño que no llega.
De ese otoño que te acaricia el rostro.
De ese otoño cuyas hojas crocantes amas pisar.
De ese otoño, y de ese abrazo infinito. Mío, siempre fue mío.
De ese otoño que no llega.
De ese otoño que te acaricia el rostro.
De ese otoño cuyas hojas crocantes amas pisar.
De ese otoño, y de ese abrazo infinito. Mío, siempre fue mío.
Tres ...
Siempre que se fue
la melodía, quedó el silencio
Que me habla
por demás
Que me
aturde
Que me deja
en sintonía
Que me
acerca a los rinconcitos del planeta
Que me
hunde en lo más profundo
Que me paraliza
y me detiene
La desazón
del corazón termina por desarmarlo
Como me duele tu olvido
Día uno, día siete II
El brillo
de la luz de la mañana
Y la tarde
parecen no traerme nada
Y bueno es
domingo, y parece que siempre lo es en tu invierno.
Y el
segundo sigue expirando por la eternidad.
(At the bay)
Katherine Mansfield
(At the bay)
Katherine Mansfield
... No había nada que marcara cual era la playa y donde estaba
el mar. Había caído un rocío
copioso.
La brizna se tornaba azul. Las gotas grandes colgaban de los
arbustos sin caerse; la planta de toi- toi plateada y poblada se erguía con debilidad sobre
su tallo, y todas las margaritas y las rosas húmedas de los jardines de las
casas se inclinaban hacia la tierra.
Empapadas, estaban las frías fucsias, las perlas circulares
de rocío reposaban en las hojas planas de las capuchinas. Parecía como si el
mar hubiera lastimado a la oscuridad con delicadeza, o como si una ola inmensa se
hubiera acercado propagándose, propagándose, ¿qué tan lejos? Quizás de haberte
despertado a mitad de la noche, podrías haber visto al gran pez meterse por la
ventana y salir de nuevo…
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