sábado, 13 de junio de 2020

Una conversación normal

Me senté en la ventana observando los días transcurrir. 
¿Algún otro día pasó? Sí algún que otro día pasó. Desasosiego y apaciguamiento aunque yo vi el mundo a la mitad. 
¿Pude alcanzar todo al mismo tiempo? Sssss, sssss, sssss, sssss. Demasiadas para el viento que me acompañaba y mi ser era una revolución en un segundo de existencia. 
Me pregunto como fue. Bueno, montañas. Las montañas que recuerdo en la mañana y bañadas en blanco. Pero en mi imaginación no estaban bañadas en blanco y tampoco había ruidos de civilización y me desnudaba el alma. 
Empecé a entrever los rincones de mi mente, sinuosos, inseguros, tan que algunos apenas flotaban. Invadidos de recuerdos. Lo más lejano fue alcanzarlos. Yo y las luces, en un túnel fluorescente, alcanzarlos fue desmesurado. A donde todos hablaban y pocos decían, pero ¿a dónde íbamos? No lo sé. Ya no estaba aferrada a nada. Yo sola. Yo en el viento. La mejor versión del ser potenciándose, exaltando en medios de lo que podría llamar el caos del pensamiento. Me nutro de este caos y resurjo a la superficie. Fongosa quizás, pero sabia y es aquí donde quiero permanecer. En esta superficie al fin. Aturdimiento y perplejidad. Veo agua y me multiplico. Como esas olas, oleaje forzoso. Como el mar, cada átomo está anhelante de su otro átomo. Cuánto el arte en un segundo, una fusión. Solo converso conmigo. Me recosté muchas veces hoy. Me sentí flotar; yo sí fui parte de ese limbo. Al menos lo fui, los días me invitaron a serlo y también los invité a desmemoriar cada palabra. Uno, dos y tres. Soy yo, conversando conmigo otra vez.