Algunos disfrutan del silencio;
a algunos otros les asfixia.
Hoy tengo la sonrisa más feliz del mundo y los ojos más tristes
del universo.
Aunque de eso último no estoy muy segura. Pero sí es verdad que siempre hablaba
incoherencias para no aburrirme de los momentos; me enamoraba con facilidad de
las melodías, los lugares y las personas; seguía creyendo en otros para no irme
de mi misma. Qué sé yo.
Aprendí a sonreír entonces
porque todos me enseñaron que en las fotos uno sonríe
y que cuando te saludan en la calle, uno dice que todo va bien y
si es posible, también sonríe.
Entonces yo sonreía.
Siempre.
Sonreía mientras contaba infinitas charlas imaginarias,
Sonreía mientras que noventa y seis tazas de té se enfriaron en
la mesada,
Sonreía mientras pasaba mi vida, la tuya y yo ahí inmóvil las
miraba,
Sonreía hasta cuando contaba los abrazos que perdí,
Sonreía pensando en las veces que dije te extraño y que te mentí,
Yo sonreía
soñando con los muñequitos de papel, las burbujas de tiza, las
gotas saladas y resbaladizas que paseaban por mis mejillas...
Y hoy sonrío pensando que mientras algunos disfrutan del silencio,
nosotros nos ahogamos en sonrisas de mentira.