El brillo
de la luz de la mañana
Y la tarde
parecen no traerme nada
Y bueno es
domingo, y parece que siempre lo es en tu invierno.
Y el
segundo sigue expirando por la eternidad.
(At the bay)
Katherine Mansfield
... No había nada que marcara cual era la playa y donde estaba
el mar. Había caído un rocío
copioso.
La brizna se tornaba azul. Las gotas grandes colgaban de los
arbustos sin caerse; la planta de toi- toi plateada y poblada se erguía con debilidad sobre
su tallo, y todas las margaritas y las rosas húmedas de los jardines de las
casas se inclinaban hacia la tierra.
Empapadas, estaban las frías fucsias, las perlas circulares
de rocío reposaban en las hojas planas de las capuchinas. Parecía como si el
mar hubiera lastimado a la oscuridad con delicadeza, o como si una ola inmensa se
hubiera acercado propagándose, propagándose, ¿qué tan lejos? Quizás de haberte
despertado a mitad de la noche, podrías haber visto al gran pez meterse por la
ventana y salir de nuevo…