domingo, 1 de abril de 2018

Día uno, día siete II


El brillo de la luz de la mañana
Y la tarde parecen no traerme nada
Y bueno es domingo, y parece que siempre lo es en tu invierno.
Y el segundo sigue expirando por la eternidad.

(At the bay)
Katherine Mansfield


... No había nada que marcara cual era la playa y donde estaba el mar. Había caído un rocío copioso.

La brizna se tornaba azul. Las gotas grandes colgaban de los arbustos sin caerse; la planta de toi- toi plateada y poblada se erguía con debilidad sobre su tallo, y todas las margaritas y las rosas húmedas de los jardines de las casas se inclinaban hacia la tierra.
Empapadas, estaban las frías fucsias, las perlas circulares de rocío reposaban en las hojas planas de las capuchinas. Parecía como si el mar hubiera lastimado a la oscuridad con delicadeza, o como si una ola inmensa se hubiera acercado propagándose, propagándose, ¿qué tan lejos? Quizás de haberte despertado a mitad de la noche, podrías haber visto al gran pez meterse por la ventana y salir de nuevo…

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