domingo, 14 de julio de 2019

Vocal


00.14

Podría observarte horas cada tarde cerca de ese río.
A veces siento que los ríos cuyas aguas se derraman
se llevan los encuentros
y arrastran tu ausencia, mi flor
y de noche, alguna que otra estrella.
Ahora se burlan las horas en mi cara,
me sobran las canciones.
El silencio se convirtió en silencio,
me envejece el tiempo,
y no quise,
no quiero.
No quiero convertirte en recuerdo.

00.44

Entonces guardé en un cajón todas las fotos de nubes,
Y de cielos desnudos,
te escribí una carta y te regalé algunas flores.
Un poco más tarde guardé mis sueños, mis nostalgias, tus melodías y promesas, mis miedos,
tus caricias en primavera, mis ojos de ilusión,
tus ojos verdes de estío,
mi sonrisa y tus lunares invertidos.
Guardé mi alma en la luna.
Guardé tus palabras discrepantes,
mis gemidos ligeros,
Tus silencios sin respuesta.



1.07

Mi amor, guardé una foto de un día de lluvia (en)
Tu paraguas
(y)
Se resbalaba el agua mientras nuestras manos danzaban,
(cerca de)
los árboles, mis pensamientos en tu bolsillo
(y atrás)
Mi brisa y tu desamor
Y también 
(esa)
Mi mejilla entre tus piernas
La fragilidad de tu mundo en miniatura

¿Cómo?
Te diluías todo el tiempo, escurriéndote en mis manos
Y yo te abrazaba

2.00
Te esfumabas entre mis dedos, cayéndote de mis labios
eras todas esas horas que no pasaron,
cuando mi reloj siguió ahí
cuando nos envolvió el tiempo
sobre el pasto.

DOMINGO-
¡Cuánto silencio!

Qué belleza. Podría haberlos observado días.
Aunque uno te había abandonado hace rato. De los lunares infinitos
y la sublimidad de tu sonrisa hablo.

Y por suerte que ya no llueve
Solo es el viento que acaricia mi rostro y vos estás tan reciente y fresco.
Mi almohada está agotada,
y mientras pasa otra canción yo recuerdo
que alguna vez fuimos para siempre

LUNES
Así me aturdió el silencio y dejó un universo de explosiones en mí por un rato al azar.
Para que mi estrella se confundiera y navegara, mi árbol se desflorara, tus manos se alimentaran de otros senos, mi arreglo floral se marchitara.


Pero a mí me salva dormirme,
porque ahí,
ahí nadie es invisible.
Ahí puedo observarte las horas que yo quiera
a la orilla de cualquier río
y que se lleve nuestro tiempo,mi alma y tus canciones.
Ya no me importa
que no se detenga, 
porque ahí yo ya no puedo perder.
Porque ahí siempre volvemos a ser nosotros en noviembre.




lunes, 4 de marzo de 2019

Recuerdo número 4



Nunca me gustó el número cuatro. Tiene forma de casa sin puerta. No llega a ser un hogar. Es poco simétrico y triangular en su modo cuasi uniforme. Se sostiene de un solo lado, no tiene equilibrio. Además no llega ni a la mitad de algo. Considerando que medimos todo de 10 en 10. Algo raro también de nuestra raza humana. Este recuerdo viene cargado de creación, ingenio, complicidad, vergüenza. Hablando de una casa sin puerta, comienzo a recordar todas las puertas que olvidé dibujar. Mis recuerdos de jardín de infantes son pocos, no solo son pocos si no que son un poco sobre situaciones poco cómodas vividas dentro de esas paredes verdes limón, que para mí siempre fue una prisión de niños. No sé porque motivo me llamaron para pasar a dibujar al pizarrón. La señorita fue clara: “Dibujá una casa, Gimena”. Escrito suena como una orden, pero recuerdo que su tono fue un poco más suave. La sala verde se dividía en dos secciones que a su vez no tenían ninguna división más que unos escalones. Al entrar encontrabas mesitas de tamaño muy pequeño con sillas más pequeñas alrededor. Subías el escalón y había una cocinita. Nos acostumbraban bien, aunque no sabían que en el futuro no le cocinaría a nadie mis legumbres. Ahora bien, ¿A qué jugaban los niños? Es una pregunta que no podré responder. En una de las paredes que estaba enfrentada al baño y la puerta de entrada colgaba un pizarra verde con un marco de madera clara. Fue la primera vez que me sentí avergonzada frente a un grupo de gente; por suerte no volvió a sucederme hasta comenzar mi carrera universitaria. Incomprensible. Prosigo, me desvié. Pero fue así como la señorita requirió mi dibujo de una casa en el pizarrón. Se suponía que ya todos sabíamos que se componía de un triángulo y un rectángulo debajo. Eso era una casa. Al parecer, yo no lo sabía. Probablemente lo habían enseñado, pero yo prefería hacer otra cosa más interesante con mi tiempo. Como alguien me decía “me voy a malgastar mi tiempo con estilo”. Bien que lo sabía hacer en ese momento. Dibujé muchos cuadrados, y rectángulos, todos superpuestos, algunos más alejados, otros pegados. Mi casa era una mansión expresionista. Yo me imaginé una casa y en cada ventana una persona con un sueño, observando esa aula repleta de niños que reirían a más no poder con mi creación. Así fue. Hice feliz a muchos niños esa tarde, la señorita argumentó que era una casa moderna y después la borró. Era la segunda vez que me excusaba. La primera, fue cuando me hice pis. Esa vez dijo que me había tirado mate cocido, menos creíble que el argumento anterior. No recuerdo como me sentí una vez que borraron mi dibujo. Solo la vergüenza de estar expuesta y nada más que eso.  Seguramente he de haber tenido otros sentimientos que por suerte se han evaporado a lo largo de estos rotos años. Digo rotos porque son muchos, algunos más jugosos que otros. Después de unos días, la señorita solicitó un dibujo de una casa. Cabe destacar que aún lo conservo en algún rincón de mi casa. Era una hoja blanca llena de palos, uno al lado del otro de unos diez centímetros. No más que eso. Parece que no me había animado a darle vida a esos árboles. No obstante, supe argumentar muy bien cuando me preguntaron dónde estaba la casa: "detrás de los árboles", le respondí. Los árboles eran mi protección y ya no sería objeto de rareza en la clase.

martes, 20 de noviembre de 2018

Transformación I

Mis manos estaban ásperas; la piel, curtida. Me senté debajo de la copa de un árbol. Me sumergí en mis huesos. Poco después, encendí otro cigarrillo y pasé de canción. Leía la página número cuarenta y nueve por segunda vez: "Tomada esa decisión, Ti Noel se
sorprendió de lo fácil que es transformarse en animal cuando se tienen poderes para ello.Como prueba se trepó a un árbol, quiso ser ave, y al punto fue ave". 

lunes, 29 de octubre de 2018

Porque llovió



Caías transparente golpeando, galopando.
Golpeando el suelo arenoso, galopando por el asfalto.
Te daba regocijo tocar la fría hiedra a pesar de que no había arribado en mis sueños la primavera.

Nadie te esperaba y aún así te incrustaste con fuerza abajo de este barro.
El barro estaba debajo de mi ventana y en el alféizar donde salpicabas y salpicabas.

Lloraban ya rebalsadas las hojas del jazmín cuyo tallo débil quebrabas en la madrugada aunque era durante la tarde cuando te encontrabas.
Y a la noche con las luces centelleantes eras causante de mis miedos infundados por instantes.

Fue el sonido constante que rebotó en mi tímpano cuando desperté a las dos, asustada.
Me equivoco, eran dos y cero siete. 
Llevabas dieciséis días visitándome y ya había comenzado a pensar que te quedarías para siempre.

Vestías una desnudez que te envolvía entera.
Pálida, así me refrescaba tu apariencia.


Eras un punto. Un punto. Una prosa sin terminar, un verso exquisito.
Una pausa y un lunar.
Eras un punto. Un punto y un hilo azul en el mar, enhebrada en la luz, escondida de la oscuridad.
Me mirabas,
me acariciabas,
Intacta, siempre, me devolvías a la tierra, lugar donde yo había llegado
golpeando, galopando.

miércoles, 11 de julio de 2018

Tengo sueño





Algunos disfrutan del silencio; 
a algunos otros les asfixia.

Hoy tengo la sonrisa más feliz del mundo y los ojos más tristes del universo.

Aunque de eso último no estoy muy segura.  Pero sí es verdad que siempre hablaba incoherencias para no aburrirme de los momentos; me enamoraba con facilidad de las melodías, los lugares y las personas; seguía creyendo en otros para no irme de mi misma. Qué sé yo.
Aprendí a sonreír entonces
porque todos me enseñaron que en las fotos uno sonríe
y que cuando te saludan en la calle, uno dice que todo va bien y si es posible, también sonríe.

Entonces yo sonreía.
Siempre.

Sonreía mientras contaba infinitas charlas imaginarias,
Sonreía mientras que noventa y seis tazas de té se enfriaron en la mesada,
Sonreía mientras pasaba mi vida, la tuya y yo ahí inmóvil las miraba,
Sonreía hasta cuando contaba los abrazos que perdí,
Sonreía pensando en las veces que dije te extraño y que te mentí,


Yo sonreía
soñando con los muñequitos de papel, las burbujas de tiza, las gotas saladas y resbaladizas que paseaban por mis mejillas...

Y hoy sonrío pensando que mientras algunos disfrutan del silencio,
nosotros nos ahogamos en sonrisas de mentira.






domingo, 1 de abril de 2018

Otra canción

No sé si escuchar la lluvia, o ese disco que olvidaste en el sitio frágil de tu memoria.
Es que amo cuando el domingo me encierra en poesía porque son días de palabras.
Amo cuando el brillo de los ojos que me obligan a quedarme pegada a tu ombligo me dicen que es para siempre y que hoy ya no hace frío.


Piso ese nombre de nuevo, estoy descalza y me duele
la piel.
No
te
vayas.
Quédate acá al lado de mis sueños absurdos
y mi lunar infinito.

De estrofas otoñales

Las canciones las escondí detrás de la pared donde está el cajón de estrofas otoñales.
De ese otoño que no llega.
De ese otoño que te acaricia el rostro.
De ese otoño cuyas hojas crocantes amas pisar.
De ese otoño, y de ese abrazo infinito. Mío, siempre fue mío.